En la Cámara de Diputados de la República Mexicana ubicada
en la Ciudad de México se encuentran en el Muro de Honor grabados con letras de
oro los nombres de los más destacados e ilustres personajes de la historia de
nuestra patria: Nezahualcóyotl, Cuitláhuac, Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz de
Domínguez, Leona Vicario, Francisco I. Madero, Benito Juárez, Sor Juana Inés de
la Cruz e incluso el de Francisco Villa aunque como todos sabemos ese no era el
verdadero nombre del famoso revolucionario.
Pero entre todos esos nombres falta el de una mujer que con
su astucia, inteligencia y dinero apoyó al movimiento de independencia de
México; tanto o más que muchos otros que sí tienen su nombre escrito en el Muro
de Honor. Ella se llama:
María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez
de Velasco y Osorio Barba Jiménez Bello de Pereyra Hernández de Córdoba Solano
Salas y Garfias, mejor conocida como la Güera
Rodríguez.
María Ignacia nace en la Nueva España en el año 1778, criolla,
de buena familia con posición económica y social, la Güera de hermosos ojos
azules deslumbra con su belleza, simpatía e inteligencia.
Se casa por primera vez a los 14 años con José Jerónimo
López Peralta. Cuenta la historia que el Virrey Juan Vicente de Güemes y
Pacheco habla con el padre de la Güera Rodríguez para que la case lo más pronto posible porque el comportamiento
de ella y su novio en la calle no era el apropiado. De este matrimonio nacieron
cuatro hijos: Jerónimo, Maria Josefa,
Maria de la Paz y María Antonia. Parecían un matrimonio feliz, sus hijos eran
hermosos, organizaban reuniones donde recibían a la mejor sociedad novohispana,
gozaban de salud, pero en realidad no era así. Su flamante esposo la dejaba
sola mucho tiempo, ella aburrida platicaba y salía de paseo con "amigos"
o al menos eso fue lo que le dijeron las malas lenguas a Jerónimo que cegado
por los celos la golpeó más de una vez e incluso se menciona que le disparó un
tiro, que gracias a la buena fortuna no dio con su objetivo.
En 1802 y antes de que intentara matarla nuevamente, la
güera Rodríguez pide el divorcio, ocasionando un escándalo mayúsculo en la
ciudad. Cuando lo obtiene se convierte en una de las primeras mujeres en divorciarse
eclesiásticamente. Si en nuestros tiempos es difícil obtener el divorcio
eclesiástico, ¡imagínense en el siglo XIX! ¿Cómo lo obtuvo? Sin duda utilizó
todo su encanto, astucia e inteligencia y
la estrecha amistad que tenía con el Arzobispo de la Nueva España.
Después del divorcio la Güera Rodríguez siguió paseando sin
ningún decoro con cualquier caballero, viviendo una vida llena de escándalos y
amantes según narran los historiadores. Destacando entre ellos los nombres de
Simón Bolívar a quien le enseñó las artes del amor cuando era apenas un
jovenzuelo, el Barón Alejandro Von Humboldt el viajero científico que al verla
por primera vez aseguró que nunca en ninguno de los países que había visitado
vio mujer más bella que la Güera Rodríguez, y por último el ambicioso caudillo
Agustín de Iturbide. A pesar de esto la bella mujer seguía gozando del favor de
la buena sociedad y de la simpatía del pueblo.
¿Cómo fue que la Güera Rodríguez se involucró con los
insurgentes?
Armando Fuentes Aguirre en su libro: “La otra historia de
México, Hidalgo e Iturbide, La gloria y el olvido” comenta que quizás las
conversaciones con Bolívar encendieron en laGüera una convicción política
extraña en una mujer de su condición. Yo opino que más bien Simón Bolívar se
vio influenciado por las ideas de esta inteligente y culta mujer.
El caso es que antes que de Don Miguel Hidalgo tocara las
campanas ya había recibido ocho mil pesos de parte de doña Ignacia Rodríguez
para la compra de armamento.
En una sociedad tan pequeña donde la Güera Rodríguez
destacaba por su belleza, no es de extrañar que se conocieran Iturbide y ella.
Según escribe el cronista Mariano González Leal, fue la güera quien convenció al jefe realista de abrazar
la causa independiente.
Fue a principios de 1821 cuando Iturbide cambio de bando y
se puso al frente de la causa insurgente, es aquí donde Agustín e Ignacia inician
una historia de amor mezclada con pasión e intereses políticos. Así con el
dinero y sus relaciones políticas y sociales María Ignacia logró que Iturbide
ascendiera de Coronel a General en Jefe del Ejército Realista y se le encomendase
el mando de las tropas que irían a combatir al último caudillo insurgente:
Vicente Guerrero.
Iturbide se convenció de que era casi imposible derrtar a
Guerrero por lo que acabaron en una alianza que permitió consumar la
independencia de México.
Debido a que Doña Ignacia mantenía relaciones amistosa a con
toda la sociedad se convirtió en la mensajera y autora intelectual y origen de la
consumación de la independencia de México.
Después de que se elaboraran el Plan de Iguala y los Tratados
de Córdoba, Ignacia aconseja a Iturbide enmendarlos. Cómo Fernando VII ya no
sería Rey de la Nueva España se agregó que el Congreso sería el encargado de
designar al nuevo emperador. Una vez más la Güera Rodríguez convence a los
miembros del Congreso de que es Iturbide quien merece ese título.
Adolfo Arrioja Vizcaíno recuerda la famosa anécdota cuando
Iturbide, montado a caballo, hizo su entrada triunfal a la Nueva España para
consumar la lucha de independencia el 27 de septiembre de 1821; vestía uniforme
de gala y un sombrero con plumas verdes, blancas y rojas. Cuenta la historia
que desvío el curso del desfile para pasar enfrente de la casa de la mujer que
con su amor, consejos y dinero lo ayudó a ser el nuevo Emperador de México, ahí
se bajó del caballo y le entregó a la Güera una pluma de su sombrero, ella la
besó de manera coqueta y la guardó en su pecho.
Es por esto que todos los mexicanos deberíamos de gritar el
15 de septiembre:
¡Viva la Güera Rodríguez!
La mujer que el gran escultor Manuel Tolsá inmortalizó al
tomarla como modelo para esculpir una estatua de la Virgen de los Dolores, misma
que se encuentra en la iglesia de la Profesa en la Ciudad de México. Iglesia
donde por cierto la sorprendieron con el canónigo de la catedral de México
retozando en la obscuridad del templo una noche calurosa.
Pero esa ya es otra historia que algún día les escribiré.
Mientras tanto:
¡Viva la Güera Rodríguez!
¡Muera el mal gobierno!
¡Viva México!
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