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¡Esto está del cocol!



Recuerdo que en mi niñez escuché muchas veces a los adultos decir: ¡esto está del cocol! 
Pero, ¿de dónde viene este refrán y que significa? 

Esta frase tiene más de 800 años en nuestro refranero. Cocol es la abreviatura de cocoliztli, palabra náhuatl que significa enfermedad o pestilencia.

Epidemias prehispánicas

Por cierto, a pesar de lo que generalmente creemos, antes de la llegada de los conquistadores hubo varias epidemias que diezmaron a la población indígena y que fueron ocasionadas por el clima: catarro pestilencial (influenza) y tifo.


Epidemias de origen europeo

En el siglo XVI junto con los conquistadores llegaron una serie de enfermedades epidémicas desconocidas hasta ese entonces.

Los primeros en sentir los estragos de la viruela fueron los habitantes de Cempoala en el actual estado de Veracruz, de ahí paso a Tepeaca, luego a Tlaxcala hasta llegar a Tenochtitlán que era una de las ciudades más pobladas de la época, justo después de la llamada noche triste. En el Códice Florentino hacen la descripción de dicha calamidad:

<< Sobre nosotros se extendió: gran destructora de gente. Algunos bien los cubrió, por todas partes se extendió. En la cara, en la cabeza, en el pecho.
Era muy destructora enfermedad muchas gentes, ya nadie podía andar, nomás estaban acostados en su cama; no podían acostarse cara abajo, ni acostarse sobre la espalda, ni moverse de un lado a otro y cuando se movían daban de gritos. A muchos les dio la muerte pegajosa, apelmazada, dura enfermedad de granos. 
A algunos les prendieron los granos de lejos: esos no mucho sufrieron, no murieron muchos de eso.
Pero a muchos con esto se les echó a perder la cara, quedaron cacarañados, quedaron cacarizos. Unos quedaron ciegos, perdieron la vista>>. 


Los indígenas sobrevivientes bautizaron con el nombre de hueyzahuatl que significa la gran lepra a la viruela. Así como de viruela, los indígenas también enfermaron de sarampión al que llamaron Tepito nahuatl, además de paperas o quechopotzahualiztlia. Pero ninguna de estas epidemias fueron tan devastadoras como la huey cocoliztli (gran pestilencia) que sufrieron en los años de 1545 y 1576.

Huey cocoliztli o la gran pestilencia 

En el mes de agosto de 1576 algunos indígenas pobladores de la Nueva España empezaron a sufrir fiebres muy abrasadoras, contagiosas y en gran parte letales. La lengua seca y negra. Sed intensa, orinas de color verde marino, verde vegetal y negro. Más de vez en cuando pasando de la coloración verdosa a la pálida. Pulsos frecuentes y rápidos, más pequeños y débiles; a veces hasta nulos. Los ojos y todo el cuerpo amarillos. Seguía delirio y convulsión; postemas detrás de una o ambas orejas; y tumor duro y doloroso; dolor de corazón, pecho y vientre; temblor y gran angustia; y disentería. La sangre que salía al cortar una vena era de color verde muy pálido, seca y sin ninguna serosidad. Algunas gangrenas y esfacelos invadían los labios, las partes pudendas y otras regiones del cuerpo con miembros putrefactos, les manaba sangre de los oídos, de la nariz. De los que decaían casi ninguno se salvaba. Conocemos la descripción de los síntomas gracias a Francisco Hernández.

Está enfermedad atacó en el principio a los indígenas. Esto se debió a que los indígenas de estas tierras tenían un grado de desnutrición enorme, vivían en condiciones precarias, no contaban con abastecimiento de agua y de sanidad; además de estar muy desgastados por el exceso de trabajo esclavizante al que eran sometidos. Algunos historiadores afirman que murieron dos terceras partes de la población y quedó completamente deshabitado. 
Las demás castas como los mestizos, criollos y  españoles  al estar mejor alimentados, bien vestidos, contar con agua y drenaje fueron los menos atacados por esta enfermedad.


La consecuencia de esta pandemia fue tan grave que el Rey Carlos I dictó en 1546 una ley para que los indígenas afectados no pagaran tributos a la corona.

En ese tiempo se creyó que la peste era castigo divino para los naturales de la Nueva España que seguían adorando a sus ídolos a escondidas. Sin embargo algunos cronistas españoles afirman que los indígenas en verdad eran devotos y sinceros. Para ellos las epidemias no fueron consideradas como un mal, al contrario, era una bendición que les permitía morir, salvándose así del maltrato y la esclavitud. 
Aquí un interesante poema que nos transmite la desesperación de los indígenas ante aquel mal:
 “Xoxoqui cocoliztli, yayauhqui cocoliztli: çan can tiaz, çan can tipolihuiz: ticpalipacaz, ticyectiliz in tlamacazqui tlautzin. Tla xihualhuia xoxoqui tonalli: vayauhqui tonalli: centepetl, cenmixtlahuatl tinemia: nican nimitztemoa, nican nimitzitlanl, tonallie”.


 “Verde enfermedad, verdinegro enfermedad, partete de aquí haçia qualquiera parte y consúmete como quisieres; y tú, espiritado resplandeciente, lo has de limpiar y purificar; y tú, verde hado o amarillo, que has andado como desterrado por serranías y desiertos; ven que te busco, te echo de menos y te deseo; aquí te demando o hado”.

Durante siglos se ha cuestionado el origen de esta rara enfermedad. Algunos afirman que fue traída por los españoles al igual que el sarampión y la viruela. Los médicos epidemiólogos han realizado varias investigaciones para determinar su naturaleza y de las cuales son dos las que destacan: una, la del doctor mexicano Rodolfo Acuña-Soto que sostiene con sus investigaciones que en realidad el  hueycocoliztli era una virosis hemorrágica parecida al ébola que hoy en día se ha dado en África pero surgida en territorio mexicano. 

La otra investigación deriva del hallazgo de un enterramiento indígena en Oaxaca donde gracias al análisis de ADN obtenido de restos humanos, se encontró que la bacteria de la salmonella entérica paratyphi C, una enfermedad común en Europa desde antes de la conquista fue la culpable, aunque esta enfermedad no presenta las hemorragias e ictéricas que describieron los cronistas como Fray Bernardino de Sahagún.

Seguramente dentro de algunos años más y gracias a la tecnología lograremos esclarecer el origen de esta enfermedad. Mientras tanto lo único que puedo decir es que aquello: ¡estuvo del cocol!

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